INSTRUCCIONES PARA MEDIR LA VIDA

diciembre 16th, 2005

«Se toma cordel a discreción y se empieza a meter en el bolsillo derecho del pantalón hasta que ocurra una de dos cosas:

A) Que el bolsillo se llene de cordel.
B) Que se canse uno de estar metiendo cordel en el bolsillo.

Cuando ha ocurrido una de las dos cosas arriba señaladas, o las dos, espere una tarde lluviosa. Justo cuando la lluvia empiece a titubear en caer o no sobre la tierra, saque el cordel y arrójelo hacia arriba, lo mas alto posible, con un elegante ademán de mago y, simultáneamente, murmure las siguientes palabras: “Veo, mido, existo, la vida”. Si se han seguido las instrucciones al pie de la letra, el cordel permanecer a en el aire suspendido por unos instantes, antes de volver a tierra en un manojo de hilos. Ahí tiene usted la medida de un pedazo de vida. Si, no obstante haber seguido las instrucciones, el cordel no responde como arriba indicamos, no se preocupe y pruebe con otro cordel.

Sucede que hay cordeles que se niegan, con desconcertante obstinación, a medir la vida de nadie (bastantes problemas tienen con amarrar botas, zapatos y otras cosas absurdas, dicen).»

Subcomandante Marcos

ELOÍSA Y ABELARDO

diciembre 12th, 2005

Estampa de Abelardo y Eloísa

Eloísa y Abelardo son, tal vez lo más célebres amantes de la Edad Media. Su historia se conoce por la correspondencia y el relato de sus infortunios divulgados durante siglos hasta la actualidad.

Es una historia de luchas entre el cuerpo y el alma, entre las pasiones terrenales y las espirituales. Carne y espíritu en combate.

Abelardo, un joven apuesto e inteligente, dedicado a la filosofía llega a París y conquista rápidamente una brillante reputación. Un éxito que generó dos sentimientos: envidia de los demás y su propio orgullo.
La lujuria será, además, lo que precipitará su caída.
Eloísa, una joven famosa por su belleza y su refinada cultura fue un imán para Abelardo, quien no quería cualquier mujer para saciar sus apetitos y Eloísa era perfecta y superaba a todas la demás.
Se hizo presentar a la joven de 17 años a través del tío de ella, Fulberto, quien era además su tutor. Logró canjear alquiler de una habitación por clases a su sobrina.
Y allí viviendo bajo el mismo techo y pasando largas horas juntos, comienza la pasión y la tragedia.
Fulberto le había pedido que sea estricto con ella y que si era necesario le pegara… así que para completar el engaño, ella cada tanto gritaba para contento de su tío que creía que la estaba castigando…

El acercamiento al amor, provocó, según cuenta el mismo Abelardo, el alejamiento de la filosofía. Comienzan a correr los rumores y Fulberto no puede dar crédito a lo que se comenta y a haber sido engañando bajo su propio techo…. hasta que finalmente los sorprende y los obliga a separarse.
Al poco tiempo, Eloísa le escribe a Abelardo con la noticia de que estaba embarazada, Abelardo decide raptarla y huyen a París donde nacerá Astrolabio.
Para compensar la vergüenza de Fulberto, Abelardo decide casarse con Eloísa sin consultarle. Ella solo aceptará por amor, no por convicción. Ella estaba abiertamente en contra del matrimonio, porque lo consideraba signo de posesión y no de amor, de interés y no de entrega. Pero acepta, por amor a Abelardo. Se casan secretamente en París, y en seguida vuelven a separarse para ya no volverse a ver.
Eloísa es enviada y recluída en la abadía de Argentuil, donde poco después tomará los hábitos. Fulberto pensaba que todo esto era una trampa de Abelardo para sacarse de encima a Eloísa y compra los servicios de un sujeto y manda a castrar a Abelardo mientras éste duerme.

De ahí en más se suceden miles de cartas. Toman los hábitos en el mismo momento, Eloísa otra vez contra sus propias convicciones y sólo por amor. Abelardo se convierte en el filósofo de Dios.

A esto se suceden cartas en las que Abelardo sólo habla del amor a Dios y ella le pide palabras de amor y consuelo, temiendo ser olvidada por el amor de su vida. Ella no logra olvidarlo, y como una enamorada de cualquier tiempo, rememora las escenas compartidas. Pero no consigue que Abelardo le hable como un amante sino sólo como un maestro que quiere consolarla.
Afortunadamente, la última carta conocida de Abelardo a Eloísa, termina con una oración compuesta para ella, su lenguaje abandona la abstracción y, por primera vez después de muchos años, se vuelve íntimo y cálido. Seguramente ella se debe haber sentido regocijada ante cada uno de esos recuerdos que los ligaban nuevamente y que sólo ellos dos conocían. Evidentemente, el recuerdo de la pasión había conseguido romper la solidez doctrinal de su amado Abelardo.

Finalmente, descansan juntos en un cementerio de París…

Sepulcro de Abelardo y Eloísa en París

JULIA MARGARET CAMERON

diciembre 3rd, 2005

Julia Cameron

Julia Margaret Cameron nació en Calcuta en 1815, y fue una entre nueve hermanas.
Su familia se muda a Europa para atender la educación de las niñas y cuando Julia cumple los 20 años se mudan a Cabo de Buena Esperanza.

Es allí donde conoce a Charles Hay Cameron con quien se casa en 1838 y se dedica a cumplir el rol de esposa y madre. Cuando Charles se retira de sus actividades en 1848, se van a vivir a Londres donde Julia se relaciona con la comunidad de artistas conocida como la comunidad de Kensington (el poeta Henry Taylor, el pintor Watts, el poeta Tennyson).
Hasta aquí todo normal y tranquilo en la previsible vida de Julia: recetas de cocina y jardinería, reuniones sociales con temáticas culturales. Pero el día que cumple los 48 años recibe el regalo que cambiará su cabeza y su vida y que encauzará su pasión artística: una cámara fotográfica, obsequiada por una de sus hijas.
Si bien a Julia Margaret le gustaban las artes y se relacionaba con pintores y escritores apenas si se había permitido escribir unos poemas y algunas páginas de un diario íntimo. Pero ese cajón entre sus manos, ese artefacto pesado y misterioso cuyo manejo desconocía por completo, despertó en ella una fascinación nueva. Convirtió una carbonera de la casa en un improvisado laboratorio y un cuarto de niños en su estudio.

Fue así, que por casualidad la madura señora victoriana se descubrió a sí misma como artista creadora y se convirtió rápidamente en una “maestra temprana de la fotografía” como la reconoce Susan Sontag. En menos de un año está presentando algunos trabajos a sus amigos y es nombrada miembro de la Sociedad Fotográfica de Londres.

Sin moverse de su hogar, ella realizó los que hoy son considerados por exigentes críticos como los retratos de mayor relieve y originalidad de las historia de las artes plásticas en general.
Lo soprendente es que Julia casi desde el principio se dio cuenta de que se iba a convertir en una artista. Y siempre le interesó más experimentar y capturar la esencia de los temas que elegía antes que dominar la técnica a la perfección.
Se atrevió a jugar con luces y sombras, a exigir a sus modelos femeninos una expresión aparentemente de estatuas pero que sin embargo se muestran cargadas de enigmas.
Trabajó con el foco de manera flexible, desoyendo los dictados de la moda y saliéndose de una definición nítida.

Mountain Nymph

Las fotografías de Julia muestran el arte de una mujer inmersa en el universo victoriano misógino y represivo, educada en forma convencional, pero que el encontrar su camino artísitico en la madurez, intuitivamente se va alejando de los modelos en vigencia y revela otra cara: introspectiva, contemplativa, secreta de lo femenino. Sin duda es en los retratos despojados donde mejor se evidencia la originalidad de Julia, pero aun en sus puestas en escena mitológicas o literarias, muy posadas y con algún elemento de decorado, jamás cae en el barroco kitsch de algunos pintores de la época.

Kiss of peace

Sus modelos fueron casi todas mujeres de su conocimiento, amigas, criadas, familiares a las que utilizó casi siempre para representar personajes, obligándoles en muchos casos a posar largos períodos de tiempo debido a sus investigaciones con la luz y las placas. En cambio cuando fotografió a algunos varones ilustres (Darwin, Tennyson o Watts por ejemplo) los dejó posar con el personaje propio de la vida real.

Darwin
George Watts

Entre sus modelos femeninas figuró la ya crecida Alice Lindell, la inspiradora de Alicia en el País de las Maravillas (que había sido fotografiada de niña por el propio Carroll). Pero la más famosa de sus modelos a través de los años fue Julia Jackson, una mujer famosa por su belleza y muy talentosa que se casó por segunda vez con Sir Leslie Stephen con quien tuvo cuatro hijos, entre ellos una niña que años más tarde sería conocida como Virginia Woolf.

Julia Jackson, madre de Virginia Woolf

Julia Jackson, madre de Virginia Woolf

Julia Jackson, madre de Virginia Woolf

Trabajó con su arte durante doce años, hasta su muerte a los 60. Siempre fue consciente de su valor como artista y en cartas escritas por ella misma se puede leer: “aspiro a ennoblecer la fotografía y garantizarle el carácter y los logros de las artes mayores”.

Falleció en Ceylán, en 1879.

LA HISTORIA

noviembre 19th, 2005

QUIEN QUIERA OIR, QUE OIGA

Cuando no recordamos lo que nos pasa,
nos puede suceder la misma cosa.
Son esas mismas cosas que nos marginan,
nos matan la memoria, nos queman las ideas,
nos quitan las palabras.

Si la historia la escriben los que ganan,
eso quiere decir que hay otra historia:
la verdadera historia,
quien quiera oir que oiga.

Nos queman las palabras, nos silencian,
y la voz de la gente se oirá siempre.
Inútil es matar,
la muerte prueba
que la vida existe…

Litto Nebbia (músico argentino)

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