WALLIS SIMPSON Y LAS UÑAS PINTADAS

mayo 3rd, 2006

Existen dos versiones de la historia de la mujer por la cual un rey abdicó. Una es romántica; la otra, oscura.

Wallis Simpson

Wallis y el heredero del trono de Inglaterra se conocieron el 10 de enero de 1931. Ella era, por entonces, una hermosa mujer divorciada y casada por segunda vez. Tenía 35 años, era alta, bella y muy independiente.
Él, era rubio, tímdo, algo vergonzoso y muy educado.
La Corte de Inglaterra quería por todos los medios evitar esa relación y buscarle al futuro rey una esposa digna de su rango y sobre todo, soltera.
Pero no tuvieron éxito.
Cuando en 1936 muere el rey Jorge V, Edward asciende al trono. Pero inmediatamente se enfrenta con su familia y con el gobierno al anunciar su intención de casarse con Wallis.
Firme en su decisión, abdica y se casa con la mujer que amaba, reservándose el título de Duque de Windsor. Se casaron el 3 de junio de 1937.

Wallis y Edward el dia de su boda

El lado oscuro de la historia es que además de la crítica social feroz, debió enfrentarse a las acusaciones de simpatizar con el nazismo y de desmentir, tal vez sin éxito, que su casamiento era sólo una pantalla para su homosexualidad.
Edward murió en 1972, Wallis en 1986. Fueron enterrados juntos en el cementerio real de Windsor. Y seguramente, sólo ellos saben la verdad de su historia…

La nota de color (nunca mejor dicho) es que fue Wallis quien en 1935 lanzó la moda de las uñas esmaltadas de color rojo usando una laca que había encontrado en un viaje a China; hasta aquel momento, las mujeres hacían brillar sus uñas puliéndolas tan sólo con una piel de gamo o poniéndose un barniz transparente.
Charles Revson, un joven estadounidense que estaba abriendo un pequeño laboratorio de cosmética, decidió aprovehcar la idea, preparando apresuradamente un esmalte rojo fuego al que llamó Wallis.

Fuente: «El mundo de los perfumes» – Ed. Planeta DeAgostini

LAS TRES GRACIAS, RUBENS Y LA CELULITIS

noviembre 17th, 2005

Las Tres Gracias - Rubens
Peter Paul Rubens – 1625/30 – Museo del Prado

¿Por qué ha cambiado el modelo de belleza femenino desde el Barroco hasta nuestros días? ¿Por qué? (Esto habría que leerlo como un grito desesperado)

Las mujeres blancas tenemos celulitis. Es así. Y las clínicas de belleza, o como se las llame, viven de eso. Viven de querernos convencer de una mentira grande como una casa: que podemos combatirla.

Y entonces nos dicen que tomemos centella asiática, gingko biloba, fucus y cuantas hierbas y raíces naturales crezcan sobre esta tierra. Que tomemos tres litros de agua por día y que no tomemos café ni mate ni fumemos ni nada. Que comamos sano (léase: verduras, soja y demás tristezas).

Nos dicen que si hacemos eso y además nos ponemos vendas frías y contractores y parches con glucomanan, si nos hacemos masajes con geles criógenos y usamos planes de “shock” con drenajes linfáticos, entonces dejaremos de parecernos a las Tres Gracias.

Pero es mentira, y nosotras lo sabemos. Lo sabemos… pero nos decimos “¿Y si lo intentamos?”. Y ahí nos tienen, comprándonos manoplas y esponjas especiales, tomando agua como locas (y buscando un baño cada diez minutos). Tragando levadura de cerveza en polvo, que es de las cosas más asquerosas que hay en este mundo y kilos de cápsulas naturales milagrosas.

Ahí nos tienen probando con gimnasia localizada, aeróbica, strectching, spinning, step, aerobox, kickboxing, salsa, eutonía, yoga, pilates, la nueva “batuka” y todas las mil combinaciones de estas maravillas.

Ahí nos tienen, esclavas de dietas surrealistas. La de la luna, la de los astronautas, la de la sopa, la del pepino, la de la amiga de una amiga que tiene una amiga que con esta dieta bajó diez kilos en una semana y comiendo de todo…

Ahí nos tienen cuando empieza a avecinarse la primavera esperando el milagro de caber en los vaqueros de hace quince años, porque vimos en una publicidad que usando esa crema durante diez días te queda el cuerpo de cuando tenías 20…

Pero también es verdad que se nos pasa, que ese estado de locura nos dura poco y que sabemos que las mujeres de verdad tienen curvas como dice la película. Y también sabemos que las mujeres de verdad tenemos celulitis y arrugas y cicatrices de cesáreas, y marcas de la vida.

Cuidarnos, está bien, pero estaría bueno reconocer dónde está el límite.

LA PELUQUERÍA

octubre 2nd, 2005

Ir a la peluquería no es sólo eso. Queremos milagros.
Pedimos que nos cambien completamente pero sin dejar de ser las mismas.
Queremos que nos corten el pelo pero que siga siendo largo.
Queremos que el cambio nos levante el ánimo, pero sabemos, siempre lo sabemos, que vamos a salir deprimidas porque nunca nos hacen lo que esperamos.
La esperanza es que el pelo… crece.

Superadas14

Gracias, Maitena

También, si quieren leer más sobres estos temas tan profundos que nos preocupan… el blog de Trinity tiene un post buenísimo, el día 21 de septiembre.

TENGO CANAS

agosto 30th, 2005

Me vi la primera cana a los trece años y desde entonces no hubo retorno.

Sin parar en pocos años, se me llenó la cabeza de canas.

Y entonces, llegó el Henna Egytian. Una magia de la naturaleza. De la naturaleza a tu pelo, sin escalas. Muy natural, señoras, amigas, pero un pastiche inmundo que soportaba estoicamente para que me quedaran unos lindos reflejos… Pero al cabo de los años y de muchas canas más, el bendito henna que tantas alegrías me había entregado, se dio por vencido y me empezó a quedar verde. Sí, VERDE!!!

Plan B: los champú color, sin oxidantes. Genial. Varios años más… hasta que los entonces más que reflejitos eran mechas… empezaron a tomarme con un color rosado.

Plan C: “te tenés que teñir con tintura” sentenció la peluquera. “Bueno”, dije yo…
Y desde entonces soy una esclava de la tintura. El pelo me crece como yuyo, como loco, así que a los diez días de haberme teñido, las malditas raíces comienzan a asomar.

Por suerte alguien, seguramente una mujer harta como yo, inventó un lápiz, como un crayón que pinta las raíces para disimularlas.

Gasto una fortuna en peluquería o en tinturas caseras. Es como una esclavitud a la que le tengo que destinar mensualmente, sin falta, un dinero.
Ahora bien… quiero saber ¿no puedo pedir un subsidio, una beca, una ayuda a algún ministerio de bienestar y familia, a alguna ONG, a algún organismo que se apiade de esta situación? ¿O tengo que demandar a mi madre y a mi padre por haberme traído a este mundo fallada y que ellos se hagan cargo de los gastos de la tintura?

En fin, necesitaba hacer un poco de catarsis. Ya se me va a pasar. 🙂

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