Nace Violeta Carmen Parra Sandoval, el 4 de octubre de 1917, en una modesta vivienda de una localidad del sur de Chile.
Violeta tuvo ocho hermanos, entre ellos el poeta Nicanor, el primogénito, y dos medios hermanos, pues su madre era viuda al casarse con Parra.
Su padre enseñó a cantar a todos sus hijos. Con las cantatas nocturnas y matutinas presididas por su padre, Violeta se aferró al canto, haciendo de él la pasión de su vida.
Violeta sigue cursos primarios y un año en la escuela normal, pero abandona sus estudios pronto y debe trabajar en el campo para ayudar a su familia, ya que su padre enferma gravemente; los pocos bienes que les quedan son enajenados. A los doce años compone sus primeras canciones que acompaña con la guitarra. La pobreza es combatida por los niños que salen a cantar en trenes, campos, pueblos, calles e incluso en más de un burdel. Cuando muere el padre parece que su infancia se termina para siempre.
En 1932 decide viajar a Santiago, donde vive con su hermano Nicanor Parra.
Los comienzos de Violeta fueron duros, sus primeras presentaciones las hizo en sitios muy modestos, boliches de barrio, circos, quintas de recreo, radios, etc., en donde interpretaba tonadas de carácter popular e incluso boleros románticos. Tiempo después se decide a interpretar música de género folklórico y a componer.
En otro terreno, su conciencia social alerta siempre a las injusticias de que son víctima los más desposeídos, la impulsa a sumarse a tareas culturales y políticas vinculadas al trabajo del partido comunista en las elecciones presidenciales de 1946.
En 1937 conoce a Luis Cereceda, ferroviario, con quién contrae matrimonio. De esta unión nacen Isabel y Angel, continuadores luego de su arte. En 1948 se separa de Cereceda, para quien el canto de Violeta fue un obstáculo en la relacion.
Hacia 1953 vuelve a casarse con Luis Arce, y de este nuevo matrimonio nacen sus hijas Carmen Luisa y Rosita Clara. Pero él tampoco será su pareja definitiva: la dedicacion principal de su vida eran la musica y el folklore.
Por esos años comienza a alumbrarse el verdadero genio de Violeta Parra. Después de un recital en casa de Pablo Neruda, Radio Chile le contrata una serie de programas que la lanzan a la primera línea del arte folklórico del país.
Intensifica su trabajo de recopilación folklórica por todo Chile. Con un magnetófono y una guitarra, recorre los lugares mas recónditos para rescatar el folklore olvidado de su pueblo, haciéndose cantar composiciones populares por cantores que a veces rozan los cien años de edad. Violeta “desentierra folklore» (según su propia expresión) y su trabajo se trata entonces de una suerte de arqueología testimonial que produce un rico estrato sobre el cual elaborar su obra artística, recreando, articulando y ensanchando nueva forma y vida en el folklore de Chile.
En 1954 obtiene el premio Caupolicán, otorgado a la folklorista del año. Es invitada al Festival de la Juventus, en Polonia, y recorre la Unión Soviética.
Fija su residencia durante dos años en París, grabando allí sus primeros discos y sus recitales transmitidos por radio y televisión.
Regresa a Chile en 1956, tras enterarse del fallecimiento de su hija Rosita y al año siguiente se traslada a Concepción, contratada por la universidad de la ciudad. Funda y dirige el Museo de Arte Popular de esta localidad y graba nuevos discos, además de reiniciar su labor de recopilación folklórica.
En 1958 vuelve a Santiago y comienza a pintar y hacer tapices. Su trabajo como tapicera dejó sembrada una semilla, Violeta las confeccionó sin saber que en el futuro su trabajo serviría para expresar los sentimientos de las mujeres durante tiempos difíciles.
En 1960 una larga enfermedad la retiene en cama varios meses. Ese mismo año conoce al músico y antropólogo suizo Gilbert Favré, estudioso del folklore sudamericano y se enamora de él.
Los temas populares y los problemas sociales fueron una constante en las canciones de Violeta Parra. Y aunque su participacion politica no consistió en una militancia partidista destacada, se la ha caracterizado como «la voz de los marginados».
Viaja a Europa, junto con sus hijos mayores. Participa en el Festival de la Juventud de Finlandia, y recorre la Unión Soviética, Alemania, Austria, Italia y Francia. Vuelve a fijar su residencia en París durante tres años. Canta en la Candelaria y en L’Scala. Graba discos, realiza exposiciones de sus trabajos y recitales de canto en la UNESCO y el Teatro de las Naciones. En 1964 el Museo del Louvre, se abre por primera vez para una artista latinoamericana y para sus escultoras de alambre, pinturas, tejidos y arpilleras en las que demuestra que de la tradición era posible extraer un material de trabajo más.
Alrededor de 1965 decide lanzarse a la que sería su mayor empresa: la creación de un Centro de Arte Popular, la Carpa de La Reina, superando obstáculos de todo tipo. En ese escenario actuaron los Parra, Patricio Manns, Héctor Pavez, Víctor Jara…
Violeta Parra muere el 5 de febrero de 1967. Se suicida en la Carpa de la Reina a la edad de cincuenta años por causas poco esclarecidas hasta el dia de hoy.
Su hija, Isabel Parra, inicia cada mes de febrero un pacto de silencio: si hay que conmemorarla hay que hacerlo el día de su nacimiento, no el aniversario de la muerte.
Las canciones de Violeta Parra sonaron en las voces de Joan Baez, Serrat, Mercedes Sosa y siguen y seguirán sonando para siempre…
“1984, Población Violeta Parra: El nombre robado
La dictadura del general Pinochet cambió los nombres de veinte poblaciones del pobrería, casa de lata y cartón, en las afueras de Santiago de Chile. En el rebautizo, la población Violeta Parra recibió el nombre de algún militar heroico. Pero sus habitantes se niegan a llevar ese nombre no elegido. Ellos se llaman Violeta Parram o nada.
Hace tiempo, en unánime asamblea, habían decidido llamarse como aquella campesina cantora, de voz gastadita, que en sus peleonas cnaciones supo celebrar los misterios de Chile.
Violeta es pecante y picante, amiga del guitarreo y del converse y del enamore, y por bailar y payasear se le quemaban las empanadas. “Gracias a la vida, que me ha dado tanto”, cantò en su última canción; y un revolcón de amor la arrojó a la muerte.”
En MUJERES de Eduardo Galeano.