REGLAMENTO

diciembre 20th, 2005

«A lo largo de mi vida he tenido ocasión de conocer a los lobos y he tratado de comprender cómo es posible que, por regla general, vivan con tanta armonía entre sí. Por consiguiente, para más tranquilidad, te sugeriría que empezaras por cualquier punto de la siguiente lista. A las mujeres que todavía siguen luchando, les podría ser muy útil empezar por el número diez:

1) Comer.
2) Descansar.
3) Vagabundear en los períodos intermedios.
4) Ser fiel.
5) Amar a los hijos.
6) Meditar a la luz de la luna.
7) Aguzar el oído.
8) Cuidar de los huesos.
9) Hacer el amor.
10) Aullar a menudo.»

Del capítulo 15 de «Mujeres que corren con los lobos» de Clarissa Pínkola Estés

LA PEQUEÑA MUERTE

diciembre 17th, 2005

«No nos da risa el amor cuando llega a lo más hondo de su viaje, a lo más alto de su vuelo: en lo más hondo, en lo más alto, nos arranca gemidos y quejidos, voces de dolor, aunque sea jubilosos dolor, lo que pensándolo bien nada tiene de raro, porque nacer es una alegría que duele. Pequeña muerte, llaman en Francia a la culminación del abrazo, que rompiéndonos nos junta y perdiéndonos nos encuentra y acabándonos nos empieza. Pequeña muerte , la llaman; pero grande, muy grande ha de ser, si matándonos nos nace.»

Eduardo Galeano

INSTRUCCIONES PARA MEDIR LA VIDA

diciembre 16th, 2005

«Se toma cordel a discreción y se empieza a meter en el bolsillo derecho del pantalón hasta que ocurra una de dos cosas:

A) Que el bolsillo se llene de cordel.
B) Que se canse uno de estar metiendo cordel en el bolsillo.

Cuando ha ocurrido una de las dos cosas arriba señaladas, o las dos, espere una tarde lluviosa. Justo cuando la lluvia empiece a titubear en caer o no sobre la tierra, saque el cordel y arrójelo hacia arriba, lo mas alto posible, con un elegante ademán de mago y, simultáneamente, murmure las siguientes palabras: “Veo, mido, existo, la vida”. Si se han seguido las instrucciones al pie de la letra, el cordel permanecer a en el aire suspendido por unos instantes, antes de volver a tierra en un manojo de hilos. Ahí tiene usted la medida de un pedazo de vida. Si, no obstante haber seguido las instrucciones, el cordel no responde como arriba indicamos, no se preocupe y pruebe con otro cordel.

Sucede que hay cordeles que se niegan, con desconcertante obstinación, a medir la vida de nadie (bastantes problemas tienen con amarrar botas, zapatos y otras cosas absurdas, dicen).»

Subcomandante Marcos

ELOÍSA Y ABELARDO

diciembre 12th, 2005

Estampa de Abelardo y Eloísa

Eloísa y Abelardo son, tal vez lo más célebres amantes de la Edad Media. Su historia se conoce por la correspondencia y el relato de sus infortunios divulgados durante siglos hasta la actualidad.

Es una historia de luchas entre el cuerpo y el alma, entre las pasiones terrenales y las espirituales. Carne y espíritu en combate.

Abelardo, un joven apuesto e inteligente, dedicado a la filosofía llega a París y conquista rápidamente una brillante reputación. Un éxito que generó dos sentimientos: envidia de los demás y su propio orgullo.
La lujuria será, además, lo que precipitará su caída.
Eloísa, una joven famosa por su belleza y su refinada cultura fue un imán para Abelardo, quien no quería cualquier mujer para saciar sus apetitos y Eloísa era perfecta y superaba a todas la demás.
Se hizo presentar a la joven de 17 años a través del tío de ella, Fulberto, quien era además su tutor. Logró canjear alquiler de una habitación por clases a su sobrina.
Y allí viviendo bajo el mismo techo y pasando largas horas juntos, comienza la pasión y la tragedia.
Fulberto le había pedido que sea estricto con ella y que si era necesario le pegara… así que para completar el engaño, ella cada tanto gritaba para contento de su tío que creía que la estaba castigando…

El acercamiento al amor, provocó, según cuenta el mismo Abelardo, el alejamiento de la filosofía. Comienzan a correr los rumores y Fulberto no puede dar crédito a lo que se comenta y a haber sido engañando bajo su propio techo…. hasta que finalmente los sorprende y los obliga a separarse.
Al poco tiempo, Eloísa le escribe a Abelardo con la noticia de que estaba embarazada, Abelardo decide raptarla y huyen a París donde nacerá Astrolabio.
Para compensar la vergüenza de Fulberto, Abelardo decide casarse con Eloísa sin consultarle. Ella solo aceptará por amor, no por convicción. Ella estaba abiertamente en contra del matrimonio, porque lo consideraba signo de posesión y no de amor, de interés y no de entrega. Pero acepta, por amor a Abelardo. Se casan secretamente en París, y en seguida vuelven a separarse para ya no volverse a ver.
Eloísa es enviada y recluída en la abadía de Argentuil, donde poco después tomará los hábitos. Fulberto pensaba que todo esto era una trampa de Abelardo para sacarse de encima a Eloísa y compra los servicios de un sujeto y manda a castrar a Abelardo mientras éste duerme.

De ahí en más se suceden miles de cartas. Toman los hábitos en el mismo momento, Eloísa otra vez contra sus propias convicciones y sólo por amor. Abelardo se convierte en el filósofo de Dios.

A esto se suceden cartas en las que Abelardo sólo habla del amor a Dios y ella le pide palabras de amor y consuelo, temiendo ser olvidada por el amor de su vida. Ella no logra olvidarlo, y como una enamorada de cualquier tiempo, rememora las escenas compartidas. Pero no consigue que Abelardo le hable como un amante sino sólo como un maestro que quiere consolarla.
Afortunadamente, la última carta conocida de Abelardo a Eloísa, termina con una oración compuesta para ella, su lenguaje abandona la abstracción y, por primera vez después de muchos años, se vuelve íntimo y cálido. Seguramente ella se debe haber sentido regocijada ante cada uno de esos recuerdos que los ligaban nuevamente y que sólo ellos dos conocían. Evidentemente, el recuerdo de la pasión había conseguido romper la solidez doctrinal de su amado Abelardo.

Finalmente, descansan juntos en un cementerio de París…

Sepulcro de Abelardo y Eloísa en París

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