

Retrato de Berthe por Edouard Manet
La biografía de Berthe Morisot es especial, pero no por el dramatismo sino por todo lo contrario.
Nació en 1841 en una familia culta y que estimuló y apoyó su pasión por la pintura.
Sus padres le construyen, a ella y a su hermana, un atelier en el jardín de su casa. Berthe tenía talento, apoyo familiar y un profesor de pintura que era muy consciente del mundo misógino que le esperaba fuera del jardín y así se lo hizo notar al padre un día: “Teniendo en cuenta la buena disposición de sus hijas, mis enseñanzas sólo les servirán para hacer bobitos dibujos caseros de poca monta. Tienen que hacerse pintoras. ¿Se da cuenta de lo que eso significa? En los ambientes de la clase superior a la que ustedes pertenecen, eso sería revolucionario, puede decirse que casi catastrófico.”
Viajaron a París, conocieron el Louvre, estudiaron a Corot. Siempre juntas, Edma y Berthe. Hasta que Edma decidió abandonar su arte y casarse (cosa de la que se arrepintió, según le contó a Berthe en sus cartas).
Berthe, en cambio, segura de sí, y siguiendo su deseo, sin crisis, siguió adelante.
La infelicidad del matrimonio de su hermana, hizo que Berthe fuera despacio y con cautela con respecto a los hombres. Hasta que se enamoró de Eugène Manet, hermano del famoso pintor Edouard.

Eugène Manet y su hija retratados por Berthe.
Fue una buena elección, Eugène fue un hombre colaborador con el éxito de su mujer. Tal vez uno de los primeros hombres de los que se sabe que apoyaron a su esposa. Jamás compitió con ella, por el contrario, sin prejuicios la ayudó a desarrollarse en un mundo de hombres.
Con ese contexto, Berthe se muestra, expone sus obras y el grupo impresionista la respeta como a una igual.

Un día de verano, por Berthe Morisot
Su técnica, basada en grandes pinceladas aplicadas libremente en todas direcciones, dio a sus obras unas calidades transparentes, iridiscentes, tornasoladas.

En la obra de Berthe las mujeres, hasta entonces objeto de la pintura masculina, se hace sujeto, cobra presencia. Seguramente jamás fue consciente de esto. Ella, una mujer burguesa, acomodada, a quien no le preocupaban demasiadas cosas, simplemente pintaba de un modo genial.
No promociona especialmente sus pinturas, aunque expone en varios salones impresionistas, en muestras colectivas. Pero es un año después de su muerte que se conoce su obra completa.
Murió el 2 de marzo de 1895, a los 54 años, dejando cerca de setecientas pinturas.

“El espejo de vestir” es un cuadro emblemático de Berthe Morisot. Una joven, adolescente se mira en el espejo. Hay cientos de cuadros de mujeres mirándose en el espejo, pero desde los ojos de un hombre.
Berthe nos ofrece, casi por primera vez, una mirada femenina.
Finalmente, otro retrato de ella pintado por su cuñado Edouard Manet.

(Fuente: “Mujeres a contracorriente” de Clara Obligado. Ed. Plaza y Janés.)