GABRIELLE COLETTE

octubre 6th, 2005

Novelista francesa nacida en 1873 y fallecida en 1954. Su obra se caracteriza por un estilo sugestivo y sensorial.
Entre sus obras se destacan, la serie de Claudina; El retrato sentimental; La vagabunda y Gigi (sobre la cual se hizo una película que protagonizó Audrey Hepburn).También se destacan sus libros de recuerdos, Mis aprendizajes y La estrella vespertina.

Una primera curiosidad: fue recién en 1976 que se publicaron sus obras completas en 16 volúmenes.

¿La segunda curiosidad? Colette, en 1932, decidió abrir un salón de belleza como una vía de escape por fuera de lo intelectual. Colette escribía una obra por año y eso se había transformado en una especie de condena.

Así que nuestra Colette comenzó a fantasear ante su tercer marido, Maurice Gaudeket con abrir una casa de belleza. Estaba en ese momento escribiendo Lo puro y lo impuro, tal vez el ensayo más inteligente, crítico y humorístico sobre las minorías sexuales. Era un libro que le daba mucho trabajo y necesitaba una tregua.

Con Maurice, Colette encontró un equilibrio afectivo entre sus dos maridos anteriores: el primero fue su maestro libertino, quien la obligó a escribir sus memorias (la serie Claudina), quien le fue infiel descaradamente y de quien aguantó las peores humillaciones, como pasear junto a su marido y a la amante de él vestidas las dos iguales como gemelas.
Su segundo marido, fue el benefactor, director de un diario. Un hombre que le permitió desplegar su talento, pero que fue incapaz de seguirle el tren a la escritora más famosa de Francia.
Cuando finalmente encontró a Maurice, 16 años más joven que ella, pareció llegar al equilibrio, era un amante sensual y la acompañaba y apoyaba en todo.

De modo que inauguró la «Maison de la Beauté» en pleno Saint Honoré, en París, con un cartel que decía: “Me llamó Colette y vendo perfumes”.

Ella misma confesó que siempre había querido fabricar perfumes y productos de belleza. No tenía conocimientos en especial sobre temas de belleza, más que el que podría tener de haber conversado largamente sobre el tema con sus amigas y de preparar sus propias cremas.
De modo que ella supervisó todo lo referente a la Maison, desde la decoración hasta el control de las probetas donde sus amigos preparaban perfumes. Escribía de puño y letra todas y cada una de las etiquetas de los potes de cremas con las instrucciones de uso.

Diseñó boletines con consejos de este tipo:
“Si usted tiene ojos azules, tenga cuidado con el uso de sombras azules, puede quedar demasiado artificial”
O este que me parece GENIAL:
“Ríase todo lo que quiera, pero si no quiere envejecer, llore sólo lo necesario”.

El salón fue un mal negocio, precios muy baratos, productos legítimos y de calidad. Colette nunca se arrepintió de esa tregua en la gloria para ganarse la vida, a pesar del mal negocio.

Luego de cerrado el salón, continuó con su tarea y escribió una novela sumamente original, La gata.

EL HEDOR

octubre 5th, 2005

El olor debe ser de las cosas más difíciles de describir con palabras. Pero hay un libro, “El perfume” de Patrick Süskind, que literalmente huele… y lo que transmite no es precisamente una sensación agradable:

“En la época que nos ocupa reinaba en las ciudades un hedor apenas concebible para el hombre moderno. Las calles apestaban a estiércol, los patios interiores apestaban a orina, los huecos de las escaleras apestaban a madera podrida y excrementos de ratas; las cocinas, a col podrida y grasa de carnero; los aposentos sin ventilación apestaban a polvo enmohecido; los dormitorios, a sábanas grasientas, a edredones húmedos y al penetrante olor dulzón de los orinales. Las chimeneas apestaban a azufre; las curtidurías, a lejías cáusticas; los mataderos a sangre coagulada. Hombres y mujeres apestaban a sudor y a ropa sucia; en sus bocas apestaban los dientes infectados, los alientos olían a cebolla y los cuerpos, cuando ya no eran jóvenes, a queso rancio, a leche agria y a tumores malignos. Apestaban los ríos, apestaban las plazas, apestaban las iglesias y el hedor se respiraba por igual bajo los puentes y en los palacios. El campesino apestaba como le clérigo; el oficial de artesano, como la esposa del maestro; apestaba la nobleza entera y, sí, incluso el rey apestaba como un animal carnicero y la reina como una cabra vieja, tanto en verano como en invierno, porque en el siglo XVIII aún no se había atajado la actividad corrosiva de las bacterias y por consiguiente no había ninguna acción humana, ni creadora ni destructora, ninguna manifestación de vida incipiente o en decadencia que no fuera acompañada por algún hedor (…)”

LOS GESTOS

octubre 2nd, 2005

«(…) Si a partir del momento en que apareció en el planeta el primer hombre pasaron por la tierra unos ochenta mil millones de personas, resulta difícil suponer que cada una de ellas tuviera su propio repertorio de gestos. Desde un punto de vista aritmético esto es sencillamente imposible. No hay la menor duda de que en el mundo hay muchos menos gestos que individuos. Esta comprobación nos lleva a una conclusión sorprendente: el gesto es más individual que el individuo. Podríamos decirlo en forma de proverbio: mucha gente, pocos gestos (…).
Y es que el gesto no puede ser considerado como una expresión del individuo, como una creación suya, ni siquera puede ser considerado como un instrumento; por el contrario, son más bien los gestos los que nos utilizan como sus instrumentos, sus portadores, sus encarnaciones (…).»

En La inmortalidad de Milan Kundera

UN HOMBRE OPINABA SOBRE LA EDUCACIÓN DE LAS MUJERES…

septiembre 29th, 2005

El señor en cuestión se llamaba Edward Clarke y era médico de la Universidad de Harvard, allá por 1870.

Escribió un libro que se llamó «Sex in education».
Lean, qué delicias dijo este señor de Harvard: «El desarrollo intelectual de las mujeres se logra sólo a un alto costo de su desarrollo reproductivo: en la medida en que el cerebro se desarrolla y se accede a la lógica, los ovarios encongen». Parece un chiste, no? Pues no lo es. Está publicado y todo!!!

También decía que la salud de las mujeres, y por ende el futuro de la “raza” y de la nación, se estaba echando a perder por la dedicación intensiva de las jóvenes al estudio.

En fin…

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