En el transcurso del tiempo hemos presenciado cómo se ha saqueado, rechazado y reestructurado la naturaleza femenina instintiva, salvaje, en el sentido de vivir una existencia natural.

Los cuentos de hadas, mitos y relatos populares proporcionan interpretaciones que aguzan nuestra visión y nos permiten reencontrarnos con la naturaleza salvaje. Desde este punto de vista los cuentos son una medicina aunque a veces la cultura desdibuja su sentido original.

“El patito feo” es un cuento que ilustra cómo un ser extraño resiste hasta encontrar a los suyos. Es muy posible que una persona no pertenezca en absoluto a su familia biológica, y que por temperamento se incorpore a otro grupo de personas. En realidad el patito más que feo, es diferente: abandonado por su madre, acosado por sus hermanos. Y muchas veces, las mujeres somos patitos feos y tardamos mucha vida hasta encontrar a nuestra manada…

Por regla general, el exilio se inicia sin culpa, pero por presiones culturales y sociales, es muy probable que una mujer – patitofeo llegue a creer que las imágenes negativas que su cultura le ofrecen de ella sean ciertas, y lo que es más grave, que esta imagen esté liberada de prejuicios, opiniones y preferencias personales. En muchas culturas se espera que una niña responda a determinado tipo de persona, se comporte de una cierta manera convencional, tenga una serie de valores. La cultura finalmente da contenido a la imagen de éxito o perfección deseable. Los famosos mandatos sociales y culturales. Entonces se produce el doble exilio interior y exterior.

El camino para encontrar el grupo de pertenencia no es fácil pero significa aceptar la propia individualidad, la propia identidad y es entonces que podemos mirarnos en el lago y ver que somos cisnes…

En “Mujeres que corren con los lobos” de Clarissa Pínkola Estés