SANDRA LAING: la niña que no sabía que era negra

junio 17th, 2010

En tiempos del Mundial de Sudáfrica, me encontré con esta historia… la de Sandra Laing.

Sandra Laing nació negra. La ironía de la historia que quiero compartir aquí es que Sandra Laing es hija de blancos. Sus padres, Abraham y Sannie Laing, ultraconservadores, militantes del Partido Nacional y fanáticos defensores del Aparheid, parieron una hija negra, ejemplificando la segunda Ley de Mendel o principio de la segregación “ […] Ciertos individuos son capaces de transmitir un carácter aunque en ellos no se manifieste”.

Podemos imaginarnos lo terrible que ha sido la vida para Sandra, que creció como «blanca» siendo negra.

Nació en 1955 en Piet Retief y podemos imaginar la cara de su madre y su padre cuando la vieron por primera vez…

“Mi padre siempre me decía que era blanca. Él pensaba en mí como ‘su niña blanca’ “ cuenta Sandra. Su madre y su padre defendían a muerte la pureza de sus ancestros; catalogación muy común, por entonces, para atestiguar ‘alto pedigree’ y el abolengo de los pulcros linajes afines al movimiento. Pero un gen recesivo de alguna generación muy lejana, un gen caprichoso apareció brutal. Los ojos mostraban una certeza que la razón anulaba por deshonra de la impureza de su casta. Una prueba de ADN posterior confirmó la paternidad de Abraham y Sannie. En 1967 el gobierno sudafricano, a instancias del padre de Sandra, aprobó una ley que declaraba ‘blancos’ en derecho a todos los hijos de padres blancos. Así, Sandra pasó a ser «blanca».

Se escolarizó durante 5 años en una exclusiva escuela para blancos, el Deborah Retief, pero era sometida a sesiones frecuentes con cremas despigmentadoras que le abrasaron la cara varias veces; vivía en su propio cabello la lucha imposible entre su madre y sus rulos con aceitosas mezclas alisadoras; circulaba por la calle intentando siempre que no le toque el sol, para evitar que se oscureciera más.
Una tortura, una vida incomprensible para sí misma. Sandra no entendía nada. No entendía por qué sus compañeras y compañeros le gritaban «kaffir» (negra sucia).

Finalmente, a los 10 años fue expulsada por la dirección del exclusivo colegio, que informó convenientemente a las autoridades. Dos policías la escoltaron, entre lágrimas, a su casa. Sólo el test de ADN y la potestad de su padre al frente del Partido Nacional-racista salvaron a Sandra de una segura deportación al ‘gueto negro’ de la ciudad.

La rechazó la comunidad educativa (la rechazaron hasta en nueve colegios), la rechazó la iglesia más tradicional y fue repudiada en todos los ámbitos. Aunque su padre apelara a la recalificación de 1967, la ley fabricada por él mismo no cambiaba el color de la piel de su hija, ni los prejuicios racistas de su entorno.
Sandra empezó a relacionarse con negras y megros. A los 16 años se fugó a Swazilandia con un frutero zulú llamado Petrus Zwane con el que más tarde se casó y tuvo dos hijos. Su padre no se lo perdonó nunca por traicionar los ‘ambiguos’ principios que le había inculcado. Le retiró el saludo, acusó a su marido de secuestro y prometío recibirla con disparos, primero a ella y luego a Petrus si pisaban de nuevo sus tierras. Murió antes de volver a hablar con ella.

No la recibió su padre a tiros, pero cuando decidió volver a su tierra natal, Sandra tuvo que asentarse en el gueto, sin agua ni electricidad y sometidos a la dureza del Apartheid. Le retiraron la custodia de sus propios hijos por la misma ley que modeló su padre y que impedía la convivencia de dos razas bajo un mismo techo: ella era todavía legalmente «blanca».

 

 

 

Fue expulsada de la ciudad donde vivió cuando el barrio fue demolido para dejar espacio para los blancos, mientras que Petrus, su compañero, se convirtió en un alcohólico y violento. Ella resolvió encomendar a sus hijos a la asistencia pública, según sus propias palabras, la decisión más difícil de su vida. No se reencontró con ellos hasta diez años más tarde…

Volvió a casarse y tuvo otros tres hijos.

En 2000, un periódico de Sudáfrica, el Sunday Times la encontró, y arregló un encuentro con su familia.

 

Sólo se reencontró con su madre (fue unos meses antes de que ésta muriera). Pero los dos hermanos de Sandra, se negaron a cualquier contacto con ella.

 

 

 

La historia de Sandra Laing la cuenta ella misma en el libro «When she was white» («Cuando ella era blanca»).

 

 

Pero podemos conocerla también tanto a través del documental «Sandra Laing: A Spiritual Journey – South Africa» como de la película «Skin».

 

 

 

 

 

 

 

Sandra Laing (izquierda) con Sophie Okonedo y Ella Ramangwane quienes la encarnaron como niña y adulta en «Skin».

 

En 2003, Sandra Laing confesó a la BBC que estaba tratando de olvidar su pasado y vivir una nueva vida: «Me hubiera gustaría que Nelson Mandela hubiera sido nuestro presidente cuando yo nací. Tal vez no debería haber abandonado mi casa, podría haber terminado mis estudios, y hubiera visto a mis hermanos todo el tiempo.»

 

Más información sobre la película, aquí y aquí

 

FUENTES: Grioo.com, Kurioso y Ex Libris.

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One Response to “SANDRA LAING: la niña que no sabía que era negra”

  1. guadalupe salas

    que triste historia. todo por la discriminacion del propio ser humano. pd. no se dice horrores de ortografia se dice errores.

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