En 1940, en España por lo menos (y seguramente en casi todo el mundo) nadie había visto a una mujer hacer magia. Hasta que apareció Manuela, la Maga Violeta, con 16 años, a romper los esquemas.

«Nació Manuela “en el lugar del hijo” que su familia esperaba y sufrió desde entonces el rechazo y el maltrato de unos padres que nunca llegaron a creer en ella ni a quererla. Pero, a pesar de esa soledad que marcó su infancia, Manuela nunca se rindió. A los 11 años decidió, ante la burla y la falta de fe de los que la rodeaban, que quería ser ilusionista para repartir magia y esperanza entre sus semejantes. Y así lo hizo. Con esperanza y espíritu de lucha, Manuela alcanzó su sueño de ser ilusionista, de hacerse a sí misma hasta convertirse en una persona que va repartiendo ilusión allí donde aparece. Una ilusión que recogió de la maleta de un mago ajusticiado por los fascistas y del baúl americano de Iris -su eterna amiga y mentora, la que la ayudó a convertirse en Violeta, la maga Violeta.»

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